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"Hablar de fisioterapia es como bailar de arquitectura. La fisioterapia sin clinica es música sin sonido y sin vibración"

EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR

Vicente Lloret Vicedo.

Fisioterapeuta y Docente Clínico

Fisioactiu Valencia, Fisioterapia Sin Red,

Fisioactiu. Centro de fisioterapia y reeducación funcional, “Madonna Sticky and Sweet Tour Valencia 2008”, Victory Challenge

Universidad de Valencia

Nuestros procedimientos, nuestros abordajes, “nuestro métodos” parecen ser nuestra tarjeta de presentación. Somos lo que hacemos, nos sentimos identificados con lo que practicamos y actuamos como miembros de una banda arropados por un emblema o logotipo, con los colores del equipo, que lucimos con orgullo y pasión. 

 

 

La fisioterapia evoluciona. En ese proceso de evolución van quedando relegadas a un segundo plano técnicas, formaciones, metodologías que no han aguantado el tipo ante un  mercado saturado y agresivo, por embiste de la evidencia científica (o su ausencia), víctimas de la experiencia del practicante y la falta de resultados, de promesas de mejora que son más promesas que mejoras. Nuestro mundo cambia, y las modas con él. Lo que hoy está en auge mañana puede estar obsoleto y desfasado (y viceversa).Pero hay cosas que no cambian. La tendencia es defender aquello en lo que creemos, lo que nos hace sentir cómodos, lo que nos gusta. Y desgraciadamente no estoy hablando de FISIOTERAPIA con sus respectivas mayúsculas, que es lo que todos deberíamos hacer y defender a partes iguales. No. La mercadotecnia nos ha segregado. Los apellidos de cada método se han antepuesto a nuestro nombre, el común denominador. En el competitivo mundo laboral la diferenciación respecto a la competencia es norma, pero no con base en criterios de calidad ni en cuanto a especialización, lo hacemos respecto a todos y todo dejando de hacer fisioterapia para pasar a hacer “el método X” (que desgraciadamente suele distar muchas veces de la fisioterapia). 

 

 

Si fuéramos capaces de entender que como colectivo todos ganamos, que remando en la misma dirección avanzaríamos como la profesión merece, que pese a lo que dicte el mercado no podemos dejar de lado aquello que nos une, que nos identifica de cara al resto de profesionales sanitarios y de la población en general. Somos los profesionales del movimiento. Los mejor preparados (o deberíamos serlo) a la hora de identificar alteraciones, su repercusión, la relevancia y su manejo, planificación y progresión.

 

 

Tendemos a darle mucho peso a nuestras actuaciones. Y digo “mucho” intencionadamente porque nuestras medidas de referencia la mayor parte de las ocasiones son puramente subjetivas. Estamos faltos de datos, de medidas de referencia, de indicadores que nos permitan evaluar constantemente nuestro proceso de toma de decisiones, de objetivar nuestras estrategias, de valorar el porcentaje de éxito de nuestras aplicaciones. Confiamos ciegamente en nuestras manos. Creemos que el empuje que generamos sobre la rótula modifica su posición, que reposicionamos vértebras subluxadas o regeneramos tendones mediante la aplicación de corriente. 

 

La evolución natural de la enfermedad, la regresión a la media o el efecto placebo nos suenan pero de pasada. No les damos demasiada importancia porque parece que minimizan nuestro protagonismo y es que seguimos queriendo ser los protagonistas de una película en la cual “sólo” somos acompañantes. Pensamos que los pacientes siempre mejoran gracias a nosotros cuando en muchas ocasiones los pacientes mejoran a pesar de nosotros. Sin las medidas de referencia pertinentes, sin una historia suficientemente completada, sin el feedback constante del paciente somos meros aplicadores de técnicas y procedimientos con los ojos vendados, movidos por lo que sabemos hacer, por lo que nos gusta hacer o por lo que creemos que debemos hacer. 

 

 

Por eso proliferan formaciones de mala calidad dentro de nuestro seno profesional y por eso muchos fisioterapeutas tiran de “lo ajeno” a nuestro campo de conocimiento como puede ser la nutrición o la medicina para tratar de cubrir las carencias con algo ajeno a nuestra especialidad. Es por eso que permitimos que dentro de nuestros colegios profesionales campen a sus anchas metodologías y sistemas de trabajo que poco o nada tienen que ver con nuestra profesión. Nos hemos vuelto demasiado crédulos y parece que, como en la fábula “el traje nuevo del emperador”, todo quepa en un ya de por sí saturado mercado. 

 

Discutir asuntos tales como la supuesta movilidad de una sinartrosis, la posibilidad de percibir el bombeo del líquido cefalorraquídeo, las supuestas uniones musculares ideadas, hoja en blanco en mano, por un compañero inspirado... parece que son como ver al emperador tal y como Dios lo trajo al mundo. Si no “sientes” esas cosas el problema lo tienes tú, que no eres suficientemente “puro”. Necesitas tiempo, dinero para poder seguir realizando niveles superiores y fe. Parece mentira pero pese a que somos una profesión científica muchas de nuestras actuaciones se basan en las creencias del terapeuta. Nuestra formación base sigue apoyándose en exceso en la tradición, en la historia oral de lo que el maestro le contaba a sus discípulos y se ha convertido en credo sin más pruebas de su existencia que los testimonios de sus fieles. 

 

Estamos faltos de datos. Se nos hace imprescindible poder parametrizar, medir, objetivar. Necesitamos tener constancia de qué, cómo, cuándo, dónde, a quién y porqué. Esa es la clave de nuestra profesión dentro de un ámbito específico, concreto y delimitado. Tenemos además que ser capaces de atribuir relevancia a nuestra medición. No es valorar por valorar, no se trata de cuantificarlo todo indiscriminadamente. Sabemos que una prueba de imagen por sí misma no aporta demasiada información, que hay muchas alteraciones en la imagen que se presentan habitualmente sin clínica asociada. Debemos evitar caer en la justificación, en buscar una excusa para aplicar nuestro tratamiento favorito. Muchas veces la historia clínica, la exploración funcional, las pruebas de imagen parece que sirven para intentar encontrar un indicio de lo que buscamos, lo que anhelamos encontrar, un motivo para actuar de un determinado modo indistintamente de qué sea lo que le pasa al paciente. 

 

Medir, objetivar y parametrizar información relevante, relacionada con la clínica del paciente, del ámbito en el que nos movemos y en el que sabemos actuar. Tomar decisiones en base a lo que vamos encontrando sin buscar de un modo sesgado, apoyándonos en la literatura científica actualizada si la hay, teniendo en cuenta que el paciente es el verdadero protagonista y quien debe tomar las decisiones, ofreciéndole libremente y sin pretender condicionarle las posibilidades que tenemos para su recuperación, haciéndole partícipe no solo del proceso de toma de decisiones sino de su tratamiento, haciéndole responsable del mismo, posicionándonos como acompañantes en su camino pero sin eludir nuestra responsabilidad. 

 

Y con inocencia. Como la niña que verbalizó ante el asombro de todos que el emperador iba desnudo. Cuestionándonos los pasos sobre los que vamos haciendo camino, pero con una actitud constructiva, tratando de aportar, siendo conscientes que juntos somos más fuertes y mejores, que compartiendo crecemos todos, que la inteligencia colectiva y el espíritu de equipo hacen que todos sumemos. Con humildad, entusiasmo y ganas de evolucionar. Así conseguiremos que la fisioterapia llegue donde le corresponde y le podamos aportar el valor que merece. 

 

BIBLIOGRAFIA

 

Hsieh C-Y, Vicenzino B, Yang C-H, Hu M-H, Yang C. Mulligan ́s mobilization with movement for the thumb: a single case report using magnetic resonance imaging to evaluate the positional fault hypothesis. Manual Therapy 2002; 7(1):44-9.

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